El Universo TuboNo a las gilipolleces ni a la salsa rosa en los blogs
El Tubo <$BlogRSDUrl$>

2003/08/29

Cuando la endogamia se disfraza de ridículo 



A estas alturas los muchos o pocos que lean estas historias del Universo Tubo -no tengo muy claro hasta qué grado de variabilidad llega la población que recala en este retrete de la retretesfera hispana- supongo que serán conscientes de que algunas de las debilidades humanas que menos tolero y comparto son la del chupapollismo entre compadres, la del amiguismo endogámigo entre coleguitas y la del memelismo, jaleado por otros memelos sedientos, a su vez, de ser jaleados.

De verdad que no les miento si les aseguro que este es un tema que me da por lo menos tanto asco como a la fulana borde de Torrente II el tener que chuparle la polla con "sabor a requesón" al propio Torrente, a fin de que su marido no se enterase de que practicaba en sus ratos libres tan venerable como arcaico oficio.

Debo, igualmente, confesarles que jamás he tenido confianza en los premios gremialistas; esos que son otorgados entre los del mismo negocio, con la única finalidad de aumentar el margen mutuo de beneficio, al final del ejercicio anual.
Lógicamente, me estoy refiriendo a premios como los Goya, los Oscar o los Grammy; porque, digánme ustedes por ejemplo, ¿qué otro valor puede tener el que unos amiguetes de la academia del cine le den a uno de sus colegas un premio -que, sea dicho de paso, le viene que ni pintado para el negocio promocional de su película- que el de agasajar al amigo o el de conseguir que, en el futuro, el premiado tenga en cuenta a quienes le dieron el premio, bien sea para retribuirles con idéntico galardón o para premiarles con un papelito en alguna de sus películas? ¿Qué valor puede tener un Oscar cuando es otorgado, no ya por el público que va a ver las películas, sino por una Academia que representada a las catorce ramas de la industria cinematográfica, desde actores y directores a productores, guionistas o montadores? ¿En donde queda la independencia de quienes conceden los premios cuando estos son fans de un determinado cantante, cual es el caso de los Premios Grammy, o directamente las industrias discográficas, que patrocinan a los premiados?.

Sencillamente vomitivoHace muchos años, un tipo muy avispado me enseñó que, a la hora de presentar una tesis doctoral, no había como ir insinuando, a lo largo de la misma, que se dejaban puertas abiertas para futuras investigaciones en diversas áreas colaterales. "Con ello, me dijo, te aseguras futuras menciones en un montón de futuras tesis y tesinas, que, aunque investiguen hipótesis de mierda, harán referencia a la tuya en sus bibliografías". Sobra decir que nunca le hice caso -lo que posiblemente haya jugado en mi contra- pero es que a mí todo este tipo de contubernios, componendas y comadreos me han dejado siempre tan mal cuerpo y sabor de boca como a Jeff Goldblum en La Mosca sus experimentos.

A pesar de todo lo expuesto, cuando este humano devaneo se produce entre personas mediocres, suelo aún ser tendente a la tolerancia, pues considero como posible que a los pobres no les quede más recurso, para alcanzar el goce que conlleva esa incierta notoriedad producto de la masturbación recíproca, que la mutua alabanza.
Sin embargo, cuando dichos toqueteos se producen entre quienes considero que debieran estar por encima de las vanidades mundanas y al margen de las veleidades del oropel, con que gustan de acompañarse los figurantes de tercera, me sumo en el pasmo y en la mala hostia de quien, una vez más, se siente defraudado por el carácter de sus semejantes.

Esto y no otra cosa es lo que me ha sucedido al leer y releer con mayor detenimiento la siguiente historia, en la que un habitualmente brillante flexarorion cae en el absurdo del halago vano a un amiguete.
Y digo vano, porque El Pez ha dado sobradas muestras de que no lo necesita ni personal ni profesionalmente.
Y mantengo que absurdo, por cuanto la fuente de procedencia del mismo goza de idéntica autoridad que la de los jurados que otorgan los premios anteriormente citados; a saber, la de un amiguete que traslada a otro lo que han dicho ni más ni menos que una pareja de vejetes fans del Pez.
¡Coño don. Flexarorion, un poco más de seriedad! ¡Si al menos la afirmación de que el Pez "está considerado uno de los mejores astrofísicos del mundo" procediese de una fuente de mayor solvencia que la de esa "pareja de personas mayores" aficionados a los planetarios¡

La Metamorfosis de los blogalitasPero lo más lamentable es que la cosa no queda ahí.
Hasta donde yo tengo constancia (y he preguntado a un par de productoras), no es cierto eso de que al Pez "le han prohibido ir a la tele porque se mete con los charlatanes".
En lugar de propagar la falaz creencia, debiera usted, señor flexarorion, haberle explicado, a esa locuaz y fanática pareja, que el Pez no asiste a la televisión, barrunto que sencillamente, porque carece de tiempo para perderlo con unos charlatanes a quienes, por mucho que se intente contraponer una argumentación racional, todo les resbala; máxime en tanto en cuanto que se encuentran subidos a la tarima de un medio, como es el televisivo, empeñado en propagar todo tipo de hecho estrambótico aunque sea falaz y responda al pensamiento mágico.

No sé a ustedes pero lo que es a un servidor este tipo de historias, además de contribuir a bajarme la líbido, me hacen sentir que, verdaderamente, los blogueros revoloteamos, cúal moscas, en una auténtica Retretesfera que de día en día, a medida que asiste a la metamorfosis progresiva de quienes incluso ocupaban puestos relevantes en el desarrollo cultural de la misma, se va llenando más y más de esa mierda endogámica cuya existencia aún algunos tienen todavía la poca vergüenza de negar.

2003/08/19

Hola a la ola de calor, también en las fiestas de Bilbao 



Parece mentira pero la cosa se está poniendo jodida.
Llevo ya casi tres noches de juerga y lo único que he podido sacar en limpio han sido un par de dolores de cabeza y, ayer mismo, unos apretones y tocamientos impúdicos, tras los magníficos fuegos artificiales del japonés ese de nombre raro, en la bajera del Puente del Ayuntamiento (les juro que intenté ayuntarme pero la rubia, a la que se lo propuse, no quiso pasar del precalentamiento y ni contempló tan siquiera la posibilidad de bajarse las bragas y levantarse la falda).

Bueno, el caso es que, entre los calores que venimos padeciendo, los bebercios etílicos desaforados y los recalentones con rubias y similares (que tenga esto en cuenta el PSOE, cuando memelamente interpele al gobierno por las muertes provocadas por la ola de calor, que estos recalentamientos sexuales mal llevados también matan), resulta que en Bilbao ya no quedan ventiladores.

Por más que he pateado comercios y más comercios, grandes y pequeños (los medianos mejor obviarlos, pues siempre están atendidos por gente acomplejada y con síndrome de no saber donde ubicarse) parece ser que hay una especie de conspiración (aventuro la hipótesis de que la Mano Negra, que anda trastocando Blogalia, sea también la responsable de este nuevo ataque a la convivencia ciudadana) por la que los ventiladores han sido adquiridos,me temo que con el único propósito de desabastecernos de tan simpáticos adminículos.

No ha habido forma de conseguir un aparato de esos que, agitando con sus aspas las moléculas que nos rodean y en virtud de la evaporación de nuestro sudor, sirven para crearnos la ilusión de que refrescan el ambiente -vana esperanza de la física de las partículas.

En vano he ofrecido comprarlo al precio que fuese -incluso me he aventurado a mantener contactos con el terrible y peligroso mercado negro de los ventiladores-.
En vano he rebuscado entre los top manta de los ventiladores (ni marcas taiwanesas, ni singapurianas, ni honkonianas, ni tan siquiera canadienses, que dicen las malas lenguas que en electrodomésticos van a ser el no va más).
En vano he ofrecido mis favores sexuales a un amplio abanico (este sucedaeo es lo único que he conseguido llevarme al final) de vendedores de electrodomésticos. Todo, absolutamente todo fué en vano.

Lo peor de todo, sin embargo, estaba por suceder cuando, al volver a casa esta noche, he visto que mi vecina, la cajera del restaurante chino de la esquina, se encontraba en pelotas y de esta guisa, frente a la ventana que da al parque.

Combatiendo la ola de calor


El ventilador era absolutamente nuevito. Con sus lustrosas aspas y su enrejillado sin mota de polvo estaba como si acabase de ser desembalado de su caja.

¡Malditas mafias chinas del contrabando de ventiladores! Tantas vueltas, como había dado, y ¡se me había olvidado recurrir a ellas en mi periplo en pos de algo de aire fresco!

En fin. Esta noche no tendré más remedio que sacrificarme y aceptar la invitación de mi vecina, la cajera china, a que acuda a refrescarme un poco a su vera (¡con el calor que dan estas chinitas!).

2003/08/18

¡Viva la juerga! 



No me voy a liar a contarles aquello que otros tan prolijamente están ya haciendo y la verdad es que para poder hacerles otro tipo de cuentos primero hay que vivirlos. Así que con su permiso, esta semanita me voy a dedicar a patear las calles de nuestro querido botxito y a recorrer cuantas tascas, baretos, txoznas y camastros de ajenas me sea posible. Qué le vamos a hacer. Cada uno tiene sus debilidades.

El caso es que en Bilbao estamos de Semana Grande (Aste Nagusia). En realidad estamos de celebración de la semana más grande del mundo mundial. Vamos que no hay otra ni tan siquiera similar -no ya en los alrededores: Donosti, Gazteiz, Iruña- sino ni en el mismo Washintong, ese que según dice la canción que se parece a Arsiniega:

Arsiniega, Arsiniega
que paice Washintong
tiene obispo y toa la hostia
casa putas y frontón.


Yo, como buen txinbo (bilbainito de pro), tengo que poner mi granito de arena a la animación popular de nuestras calles y de nuestras alcobas lo que, desgraciadamente, me va a dejar muy poco tiempo libre -ahora mismo estoy con un medio resacón encima, que voy a intentar sacarme de encima con un patxarán bien fresquito, en cuanto les deje.

Bueno, el caso es que solamente quería traerles hasta aquí un cartel de fiestas, diseñado por un amigo (pulsando encima pueden bajar un magnífico y festivo salvapantallas).

Propuesta gargantuesca de cartel para la juerga de cualquier año


A mi parecer esta cartelón colma los más bajos deseos que cualquier persona medianamente normal quisiera ver satisfechos durante los nueve días de juerga que nos esperan.

Espero que les guste y... ya saben... si les da envidia tienen dos opciones.
La primera es joderse.
La segunda dejarse caer por Bilbao y sumarse al cachondeo.
Ustedes deciden.


Beber, beber
beber es un gran placer
el agua para bañarse
y pa las ranas que nadan bien.
Beber, beber
beber es un gran placer
el agua para bañarse
y para las ranas que nadan bien.

2003/08/16

¡Es usted un desgraciado, señor mío! 



Ahora que, finalmente, acabó este buen hombre con su cagalera y liberó mi existencia -de igual modo a como otros liberan enanitos de jardín o magníficos libros, sólo que en esta ocasión en un lugar mucho más fragante pero indeciblemente menos agradable que un bosque de Boulogne- puedo proponerles, que si les parece, nos metamos en materia.

Como les decía al principio, hay un tipo que se ha hecho merecedor del desprecio tubero y de que le espetemos al rostro:

Mientras apatrulla la ciudad, Torrente dice: ¡Es usted un desgraciado, señor mío!

¡Es usted un desgraciado, señor mío!

Les adelanto, que no pretendo largarles hoy ningún rollo sobre nuestro querido amigo Borjamari ni sobre sus de sobra conocidas excelencias o indecencias críticas (ya sabemos que la realidad de sus escritos se percibe y cuenta según sea la capacidad crítica de quien los lea o la implicación emocional derivada de sentirse blanco de su viperina y afilada lengua -estoy por apostar que el tipo disfruta con estos dos calificativos que acabo de dedicarle).

Pues bien, ¡señores y señoritas! hoy lo único que pretendo es recoger, en la portada de este Ciego Universo Tubo, un asunto que, a pesar de mi habitual tolerancia ante el humano excremento, ha herido profundamente mi corazoncito de cartón en espiral, haciéndole dar vueltas, de forma totalmente descontrolada, en torno al eje de mi dispensador de papel higiénico.

Esta misma madrugada, una nueva amiga, bautizada como Carmeliya, dejaba escrita, en los comentarios de esta bitácora, dedicada a la higiene íntima de la realidad cotidiana, una historia realmente impresionante tanto por su humanidad como por la sinceridad que rezuman sus palabras.
Me gustaría agradecerle el que se haya decidido a compartirla con este su humilde servidor y el que haya confiado, para secar sus lágrimas, en la fragancia, resistencia y absorción de mis células de celulosa.

Carmeliya demuestra ser una mujer bien educada, una mujer que hasta se disculpa por haber llegado a estas páginas, tal y como reconoce ella misma "por mero azar". Lo que desconoce Carmeliya es que, por el mero hecho de haber arribado a ella (no importa el modo ni el medio), esta es ya su casa y que, precisamente por estar necesitada de alguien que la escuche disponemos que tenga aquí su tribuna:

Perdona, he cogido esta página al azar. Estoy enormemente triste. Ayer, porque son las tres y pico de la madrugada fue mi santo. He recibido un montón de llamadas, pero yo sólo esperaba una, y ésta no ha llegado. He tenido un día de perros, trabajo mañana, tarde y casi noche. Un compromiso posterior me ha hecho llegar a casa tardísimo. Mi única esperanza era recibir un mail, que al abrir mi correo hubiera una felicitación. Mi santo no es un santo cualquiera. No porque sea mío, es uno de esos días que todo el mundo sabe. Él además tiene una hermana que se llama así.
¿ No ha sido suficiente la humillación de dejarme porque se ha enamorado de otra? ¿ Por qué las mentiras de " siempre serás especial para mí? ¿Por qué ese " nena tú vales mucho"? Si me hubiera felicitado habría sabido que hoy, durante el breve espacio de tiempo que dura escribir un mail, había pensado en mi. Ahora me queda el dolor de la duda. Ni siquiera puede reconfortarme la consciencia de que su pensamiento se ha acercado a mi. No voy a decir que "puedo escribir los versos más tristes esta noche", porque ya los han escrito. Pero en este momento pienso que se escribieron para mi. Siento la paliza que acabo de dar, quizá también que quizá sea una página que nada tenga que ver con lo que he escrito. Pero, anónimo destinatario, me reconforta pensar que he lanzado mi queja al espacio y que quizá haya alguien que se compadezca de mi y, al menos por un momento, me tenga en su pensamiento. Gracias.


Como pueden ver amigos y enemigos, Carmeliya se encontraba realmente triste; no triste de boquilla, como todos esos snobs que van por la vida con cara de dar pena y quejándose de cuanto les duele la miseria propia y ajena, sino profundamente apenada y, lo que es mucho peor, dolida como persona y como hembra. Así que este humilde Tubbo ha decidido subir a la categoría de historia su sencillo comentario (uno de los mejores, por la sinceridad con que expone sus necesidades y sentimientos, de los que he podido encontrar hasta el día de hoy en el Universo Blogotúbico).
Yo ya lo he hecho y, aunque no deben ustedes sentirse obligados a ello (ya sabemos que en este puñetero mundo cada cual va a su bola) les pediría que se sumen a las felicitaciones que considero se merece tanto por su cumpleaños como por haberse librado de ese desgraciado capaz de olvidarse de una buena amiga.

Por cierto Carmeliya, el tipo gordo, cuyas ventosidades y malos modos he soportado estoicamente -ese mismo que se encuentra sentado al volante de su descapotable-, me ha dicho, en cuanto se ha enterado de tu historia: Tubbo dile a esa chavalota que no es mentira eso de que las nenas como ella "valen mucho". Ese tipo, que no le ha felicitado por su onomástica, es realmente un pobre desgraciado, incapaz de saber como mantener una amistad que no merece. Además, la policía no es tonta y sabemos de buena tinta que:

Cuando nació, el doctor fue a la sala de espera y le dijo a su padre: "hicimos lo que pudimos ..... pero salió"
Su padre, a continuación le cogió en brazos y acto seguido le tiró al techo y dijo: "Si se queda pegado, es un murciélago o un enorme pedazo de mierda"
Su madre nunca le dio el pecho porque decía que sólo le quería como amigo.
Su padre mantuvo en la cartera la foto del niño que ya venía en la cartera.
Se dio pronto cuenta de que sus padres le odiaban: sus juguetes para la bañera eran una tostadora, una radio y un horno microhondas.
Cuando era pequeño le regalaron un caballito de madera... y se murió.
Una vez se perdió. Le preguntó al policía si creía que iban a encontrar a sus padres. Le contestó: "no lo sé, chaval......hay muchos sitios donde se pueden haber escondido".
Trabajó en una tienda de animales. La gente no paraba de preguntarle cuánto iba a crecer ni si podían darle cacahuetes.
Cuando le secuestraron, los secuestradores mandaron a su padre un trozo de dedo. Su padre contestó que quería que le diesen mas pruebas.
Una vez se encontré con las autoridades sanitarias. Le ofrecieron un cigarrillo y una copa de coñac.
El último deseo de su padre moribundo fue que se sentara en su regazo. Estaba en la silla eléctrica.
Un día le llamó una chica a casa diciéndole: "ven a casa, no hay nadie". Cuando llegó a su casa efectivamente no había nadie.
Una vez ingirió un frasco entero de tranquilizantes. El doctor le dijo: "tómese una copa y acuéstese un poco".
Su psiquiatra le dijo que le estaba volviendo loco. Yo le dije que quería una segunda opinión. "De acuerdo, también es usted feo, tonto y, como bien dice el Tubbo, un desgraciado".
Una vez se fue a suicidar tirándose desde un décimo piso. Mandaron un cura para ayudarle. Sus palabras de ánimo fueron: "preparados, listos....".


Bueno, ya se sabe que los chistes del brazo tonto de la ley nunca han sido brillantes pero lo que cuenta es la buena intención.





Nota: Este Post que ahora traslado aquí, fué originalmente publicado en http://Tubo.blogalia.com de donde fui largado con viento fresco.
El comentario de Carmeliya, desgraciadamente, ya no está disponible en aquel lugar pero les aseguro que fué transcrito con absoluto rigor y respeto al original.

2003/08/15

Jean Claude, "el Francés" 

Corría el año de 1976. Para ser exactos, finales del verano.
Aunque la fecha exacta no podría precisarla, lo que si me atrevería a apostar es que debía estar comprendida entre el 31 de agosto y el 2 de Septiembre; momento en el que, en ese bello pueblito de la costa vizcaína que responde al nombre de Plentzia -por aquel entonces aún al de Plencia-, se celebran las fiestas de San Antolín, un santo patrón que responde a la invocación popular del "santo pequeño de gran pitilín".

Cuenta la leyenda que el concejo de Plencia, animado por los vapores etílicos del trasiego excesivo de vinacho, cambió la imagen de este mal dotado santo, junto a unos terrenos de Gaminiz, al de la Anteiglesia de Gorliz por un pellejo de vino; transacción que desde entonces, por lo menos en lo referente al vino, deben los plencianos revertir anualmente como alquiler, si quieren disponer del santo durante las fiestas patronales, y que sirve como excusa perfecta para montar un fiestorro, que antaño duraba una semana y tenía su consiguiente "errepetisión" en el fin de semana siguiente.

Playa de Plentzia, paraíso nocturno de alguna de nuestras correrías adolescentes


El caso es que las fiestas de San Antolín son al periodo veraniego como la traca de petardos, que anuncia el fin de unos buenos fuegos articiciales; es decir, todos nosotros sabíamos que si las fiestas finalizaban sin que hubiésemos pillado a alguna desprevenida moza con las bragas por los tobillos y contra la tapia del frontón, una noche en la playa o en el pinar de Gorliz, eso supondría el tener que despedirnos hasta el próximo año tan vírgenes como habíamos llegado hasta allí -lo que ciertamente había venido sucediendo, año tras año, con demasiada previsibilidad para la urgencia hormonal de nuestros dieciseis años.

Plaza del Astillero y Casino en primer términoQuien no conozca Plentzia no tiene porqué saber que el meollo de la fiesta se organizaba entonces y aún hoy en día, aunque la fiesta se disperse ahora bastante más que entonces, en torno a la Plaza del Astillero y sus txoznas, al ya entonces decadente y hoy casi en ruinas Casino, al hotel-restaurante Palas (con sus magníficas terrazas, sombreadas por unos frondosos plataneros a cuya vera solíamos degustar, como verdaderos señores, nuestros botellines de cerveza y, cuando el parné lo permitía, algún que otro destornillador o gin-tonic) y a la Ribera de la villa, en la que destacaba el bar-restaurante Camay.

Habíamos empezado aquella tarde de festejo con unos tragos y unas partiditas de mus y, como siempre, con una total ausencia de chicas a nuestro alrededor (a aquellas alturas del verano ya ni bajaban a vernos jugar a las cartas). La conversación, que en un principio giraba en torno a los avatares del juego y a si había sido seña o no aquel guiño de treinta y una, que le habíamos pillado a Josu, fué paulatinamente derivando hacia lo buena que estaba mengana, las tetas que tenía fulana y lo explosiva que era zutana pero, eso sí, sin olvidarnos de su amiga la rubia diez que, según contaban las lenguas viperinas, se lo hacía con todo el mundo menos, naturalmente, con nosotros.

A medida que avanzaba la tarde, yo ya me había fijado que, en la mesa de al lado, había un tipo joven -de unos venticuatro años, con bigote y el pelo recogido en una especie de coleta- que no perdía comba de cuanto hacíamos o decíamos. El tipo en cuestión fumaba cigarillos mentolados lo que, sumado a su coleta, denotaba claramente que no era de la zona y ni tan siquiera de las zonas colindantes.

Plentzia y GorlizEntre juego y juego, a medida que las piedras y los amarrakos se iban sumando a cada montón y el ambiente se calentaba, nuestro tema se convirtió en monotema, para acabar derivando en un claro y miserable lamento sobre lo mal que se nos habían dado las cosas con las chavalas aquel año. Aquí, por lo visto, no nos librábamos ninguno de los presentes aunque yo juraría que para Jaime, quien nos llevaba unos tres años de edad, la temporada estival no se había dado tan mal como nos quería hacer creer (caballerosidad obligaba entonces, si bien durante el invierno nos enteramos de que el toque de corneta que había dado en la playa iba a tener cristiano nombre).

Total que, unas tres horas más tarde y unos cuantos copazos más encima, allí seguíamos con nuestras partidas, nuestros lamentos y nuestras apuestas mientras que el tipo aquel, sin levantarse de su mesa, continuaba sin quitarnos la vista de encima. Decidimos entonces que era un buen momento para cambiar de aire y tentar a la suerte -no conseguiríamos más que algún que otro capotazo al aire- en los bailables del Astillero. Antes de salir a la calle, decidí que era mejor tener bien preparado y dispuesto el instrumento, por si sonaba la flauta o alguna quería hacerla sonar. Así que, con la mejor intención del mundo, pues nada hay peor para la reputación propia y ajena que tener que decirle a una chica, justo antes de ponerse manos al asunto, que espere porque uno tiene que ir a hacer sus aguas menores, me dirigí a los urinarios del Palas, que por aquel entonces eran de esos que recibían el nombre de turcos.

Estaba sacudiendo la última gota, esa que siempre precede al chorrete inesperado en los calzoncillos, cuando descubrí a mis espaldas que el tipo aquel del bar se había colado en mi retrete sin que yo me percatase. Sin terciar palabra y siempre sonriente, me tendió un papel doblado y con un ademán, como pidiendo disculpas por la interrupción, desapareció tan rápido como se había materializado.

Me quedé de cartón piedra, que viene a ser como quedarse de piedra pero hueco por dentro. Allí estaba yo, parado, con las piernas abiertas ante el agujero del turco y agarrándome con la derecha el pito, mientras con la izquierda sujetaba una servilleta de papel, que me había sido entregada por un extraño y que tenía toda la pinta de llevar algo escrito en ella. Sin pensarlo dos veces, introduje la servilleta en mi bolsillo, la porra en el pantalón, cerré la cremallera y salí apresuradamente al exterior por ver si estaba a tiempo de obtener una explicación. Lamentablemente, aquel tipo debía ser el más rápido de su clase pues, para cuando conseguí llegar a la terraza, tras haber tenido que abrirme paso a empujones entre los primeros borrachones que acudían al llamado de la noche, el pájaro ya había volado.

Despacio, me arrimé a la luz de uno de las farolas que ya se habían encendido, saqué la nota de mi bolsillo, deshice el doblez del papel y descubrí perplejo lo que en ella había escrito.

Si llamas a la puerta esta noche, te la mamo


Junto a aquella escueta y concisa frase, que no dejaba lugar a la más mínima interpretación sobre las aviesas intenciones del sonriente caballero que la había escrito, aparecía una dirección, que por razones obvias omitiré de este relato, con el número del portal y el piso doblemente subrayados.
Medio azorado y medio escandalizado por el ofrecimiento, hay que tener en cuenta que era la primera vez que un tío intentaba llevarme al catre y no es porque entre mis amigos no hubiese algún que otro afeminado pero hasta donde yo tenía conocimiento estaban tan sin estrenar como un servidor, volví a meter el papelito en el bolsillo y salí apresuradamente a la calle al encuentro de mi cuadrilla. Los encontré enseguida pues, como era previsible, estaban intentando lidiar la becerrada entre las chavalas reunidas ante el quiosco del Astillero.

Como era consciente de que mis amigos eran dados a las bromas de mal gusto y no las tenía todas conmigo de que no se escondiese alguna mano negra tras el episodio del turco y del caballero de aspecto impoluto, fuí de uno en uno inquiriendo por el tipo de la nota pero, al parecer, nadie se había fijado en él. Total que, a medida que la noche fue deslizándose de botella en botella y de chanza en chanza, me fui olvidando del ofrecimiento de mamada francesa y me decanté por la tradicional de cerveza y zurracapote (bebida que por aquel entonces era bastante fácil de conseguir y no como hoy en día en que ha sido desplazada por esas otras mezclas para pobres como el kalimotxo)

Serían más o menos las dos de la noche -no me hagan mucho caso, pues la precisión horaria para entonces ya no estaba entre mis capacidades- cuando me topé con Pablo, un chavalote de Bilbao al que no había visto en todo el verano.

- Coño Pablo. Joder tío, cuanto tiempo. Pero ¿donde te has metido durante el verano?
- Aupa Alejandro. Pues ya ves tío, por ahí, dando vueltas por el sur.
- La hostia tío. Tú si que te lo montas bien. ¿Y por donde has estado?
- Pues por Andalucía. Ya sabes un poco por todas partes: Sevilla, Granada, Cadiz, Málaga, Fuengirola. Bueno en realidad he ido a donde me llevaban unos tipos que conocí en Madrid y que iban a su tiera a pasar el verano.
- ¡Eso sí que es suerte!. Yo, sin embargo, ya ves, aquí metido todo el verano. Oye y qué has visto por allí.
- Pues ver, lo que se dice ver, solamente culos, coños y tetas todo el día porque resulta que los andaluces, esos con los que hice el viaje, tenían unas amigas que nos acompañaron todo el viaje y macho tenías que ver como follaban.
- ¿Me hablas en serio? ¡Menuda potra macho! Lo que daría yo por pillar un plan así
- Pues no creas porque lo jodido después del atracón de marisco es el tener que estar sin poder sentarse a la mesa cada vez que se tiene hambre. ¡No veas tú lo que cuesta, una vez has metido, el no poder hacerlo cada vez que apetece!
- Bueno, venga hombre, que no será para tanto (hoy en día, efectivamente, soy consciente de que sí es para tanto, como afirmaba por aquel entonces Pablo).
- ¡Que sí, que es la hostia la desazón que llevo ahora mismo encima!

Nunca he presumido de ser demasiado buena persona. Yo diría que, si recapitulo sobre mi vida pasada, he sido uno más del montón: a veces un poco cabroncete, otras veces algo más cabroncete y, en contadas ocasiones, un vedadero cabronazo. Pues bien, en aquella ocasión debo reconocer que rompí el molde. Así que sin pensármelo dos veces, metí mano al bolsillo y, sacando el papelito de marras, le dije:

- Mira Pablo, yo tengo la solución para tu problema. Pensaba ir yo pero creo que estoy ya tan mamado que ni se me levantaría; así que, toma esta invitación, que me han pasado antes, y aprovechala tú que te veo más necesitado y entero que yo para dar la talla.

Pablo cogió el papelito, lo desdobló y allí estaba la dirección completa, con su número de portal y piso y la explícita frase:

Si llamas a la puerta esta noche, te la mamo


- ¡Joder Alejandro! ¿Pero va en serio?
- Totalmente Pablo. Yo con que me lo cuentes mañana me doy por satisfecho.

Nunca había visto a nadie con el rostro más iluminado que el del hambriento Pablo mientras avanzaba las delicias gastronómicas que aquella nota le prometía.

Por resumir, os diré que salió disparado, despidiéndose con la mano y dando las gracias unas mil veces en los cincuenta metros que nos separaban de donde tenía aparcada la vespa.

Le llamaban Jean Claude, apodado por doble motivo el francés La vida nunca ha dejado de sorprenderme.

Tiempo después, ya olvidado completamente de la cabronada gastada, del tipo del papelito y de su ofrecimiento, me enteré de que el mencionado caballero era un francés, que respondía al nombre de Jean Claude y que solía gustar de pasar parte de sus vacaciones en Gorliz.

A Pablo no volví a verle el pelo aquel verano pero, al parecer, asistió a la cita y no debió de irle tan mal la mamada prometida por aquel francés pues en la actualidad, pasados ya unos diecisiete años de aquel ofrecimiento, viven juntos en Nantes.

Aprendí aquella noche que el sexo y, sobre todo, el amor son conceptos realmente azarísticos, cuya definición depende muchas veces de un sencillo papelito doblado, de un cagadero turco y de un amigo cabroncete.
Comprendí, igualmente, que mis colegas afeminados -esos algo especiales con quienes compartíamos cuadrilla-, cuando se juntaban, no hablaban solamente de marcas y modelitos sino que, muy probablemente, estuviesen tan quemados como nosotros, al no poder hacerse con el bocado de un buen culo, y que, en su caso, el objeto de deseo y de conversación, a buen seguro, fuesen nuestras nalgas y no las de nuestras compañeras de cuadrilla.
Entendí, merced a esta historia, que el francés era algo más que un idioma y que un francés haciéndote un francés tenía que ser ya la rehostia, porque para apartar a un tipo como Pablo del ejercicio de la heterosexualidad realmente había que ser un virtuoso de la flauta.

De lo que sí me arrepiento y me arrepentiré siempre no es de haber echado a mi amigo en brazos de la homosexualidad, pues al fin y al cabo cada uno busca el placer en donde le parece o en donde puede, sino de haber dejado en el aire una pregunta, a la que nunca podré dar respuesta:

¿pero tan bien la mamaba aquel francés?

2003/08/13

El sexo de Susana 



Al anochecer, uno de mis placeres diarios, ahora que el buen tiempo lo permite, consiste en salir a mi balcón y allí sentado en la penumbra del anochecer, ante la brisa fresca del Cantábrico, esa que porta fragancias de salitre y verdín, oficiar el rito de mezclar el aroma de un buen café con el sahumerio de un buen habano. Es la hora en la que al fondo, en la bahía apenas iluminada por los últimos rayos del sol, es fácil observar como los botes se afanan en sus últimas labores, antes de izar los muertos y liberarse del fondo marino para retornar al siempre cálido abrigo del puerto y al reposo que depara la noche en los labios de una mujer.

Quizás Susana suba algún día mis escalerasHoy, sin embargo, algo ha alterado profundamente mi rutina.

Acababa de arrellanarme en mi silla, con la vista puesta en el horizonte, el puro encendido y los labios dirigiéndose afanosos hacia el borde de la taza, todavía humeante, cuando he visto de reojo como se encendía una luz en la casa de enfrente. La verdad es que esto no tendría nada de particular de no ser porque la luz procedía de la habitación de Susana, una joven vecina de 17 años, morenaza y de cuerpo exuberante, que duerme a escasos quince metros de mi cama. Lástima que estos estén separados por el salto al vacío de una plaza que distancia nuestros dos edificios por los mencionados metros.

A la perturbadora luz le ha seguido el ruido violento, seco y brusco, del abatir de persiana; golpe que ha roto el silencio de la noche y, porqué negarlo, sembrado un cierto sobresalto en la paz de mi hábito cotidiano. Sin embargo, como si de un acompasado ritual de danza se tratase, el movimiento de caída, contra todo pronóstico, se ha ido invirtiendo, levantándose las lamas, tramo a tramo, para ir descubriendo parcelas de su habitación, intimidad de una habitación plena y rotundamente iluminada en medio de la noche circundante.

Allí, sentada en el borde de su cama, de frente a la ventana, estaba ella, con su pijama granate de dos piezas: pantalón corto y ajustada blusa de botones de nácar. Su larga melena, cayendo en cascada, brillos azules sobre su pecho, se agitaba con el ritmo de su respiración: arriba, abajo, arriba, abajo, arriba, abajo. Creo que para entonces ya no podía apartar mi vista de aquella ventana convertida merced a su luz, enmarcada por la persiana a medio subir-medio bajar, en faro que fijaba mi atención, desligándola del habito de escudriñar el olvidado horizonte.

Susana estaba sentada en el borde de su cama, con el rostro sonriente orientado hacia la ventana. De golpe, sin previo aviso, se ha dejado caer, como a cámara lenta, de espaldas sobre su la colcha floreada. Así, separando las piernas y abriendo los labios a medida que su mano avanzaba bajo su minimalista pantalón, escudriñando los recovecos de su piel y de su sexo.
Poco a poco, sus piernas han cobrado movimiento. Con ritmo acompasado, tensión indisimulada del placer obtenido, se han ido abriendo y cerrando sus rodillas, separando y juntando sus muslos, mientras con la mano, aún libre, ha empezado a desabotonar el nácar de su camisa.
Botón a botón, liberada, su piel bronceada, primero, ha dado paso al blanco de un pecho, coronado por un pezón sonrosado, sobre el que sus dedos han pellizcado sin piedad hasta endurecerlo. Luego, con raudo movimiento, su blusa se ha abierto del todo, dejando también libre el otro pecho que, envidioso del primero, reclamaba su propio privilegio de ser acariciado. Primero con la palma de la mano, rozándolo apenas, ha comenzado a sobarlo, suavemente hasta ponerlo duro y tieso como su compañero. Mientras tanto, su otra mano seguía acariciando bajo el pantalón un sexo que, para entonces, presupongo ya húmedo y abierto, y su lengua humedecía la punta de los dedos dispuestos a pinzar con ellos esos dos pezones que, libres ya de la atadura de su pijama, enarbolaban la bandera de su deseo y, debo confesarlo, ahora también del mío.

Susana arqueaba su cuerpo, con la agilidad con que una gata negra retoza sobre el blanco de unas sábanas de lino, hipando y estremeciéndose al compás de las húmedas caricias sobre los labios de su vertical sonrisa.
A una de estas, ha parado sus movimientos y, con ambas manos, se ha despojado de sus pantalones, tirándolos al suelo. Al hacerlo ha levantado ambas piernas mostrándome sus nalgas y ofreciéndome, frente a la ventana, su sexo, ahora sí, plenamente abierto.
Me sentía hipnotizado por ese revelado monte de venus, sin apenas pelo, en el que una de sus manos hundía acompasadamente sus dedos, mientras la otra acariciaba el clítoris que, hinchado por el gozo, parecía un fresón pidiendo ser comido.
Para entonces, la noche reinaba ya, rotunda y plena, alrededor de esa ventana, iluminaba procazmente, escaparate de lo impensable, que me mostraba como nunca antes el cuerpo de una chiquilla transformada, en virtud de su deseo compartido, en mujer.
Susana seguía allí, en el centro de la escena, hurgando profundamente en sus húmedos, carnales y vibrantes genitales, lamiendo sus pechos, acariciando sus muslos, abriendo -ahora sé que para mí- su sexo y su boca, como pidiéndome que saltase esos quince metros y ultimase, como es de ley entre los machos, nuestro ayuntamiento.

El sudor perlaba su cuerpo y goteaba ya por mi pecho cuando Susana, con un brinco y cerrando de golpe sus piernas, ha quedado como muerta, respirando pesadamente, sobre su lecho. Luego, tranquilamente, se ha reincorporado, ha recogido los pantalones para ponérselos, ha abotonado su blusa y, levantando ya del todo la persiana de su ventana, ha mirado hacia la penumbra del balcón de mi casa, en la que yo permanecía sin osar siquiera respirar por no perturbar el momento. Con una sonrisa ha agitado hacia atrás su pelo, juraría que me ha guiñado un ojo, y se ha vuelto a su habitación, cerrando tras de sí completamente la persiana.

Dudo que la visión de Susana, enmarcados sus 17 años en el faro de su ventana, me permita conciliar el sueño; así que, mientras espero impaciente a nuestra posible cita de mañana, escribo estas líneas para no borrar de esta noche un bello recuerdo.


2003/08/10

PozíQue 



A los buenos días, señores y señoritas.
Hoy quiero ser conciso. Me atrevería a afirmar que pretendo ser tan breve como la cagada de una paloma, a la que le hubiesen fallado las patas en el preciso instante de asomar su cloaca al alfeizar de una ventana; de una paloma que, merced al azaroso destino, viese truncada su insana intención de cagarse en la chaqueta de los domingos de algún despistado ciudadano saliendo de misa de doce.

Mi pretensión no es otra que la de realizar el anuncio de un natalicio; un nacimiento que hará que muchos deseen, a su vez, convertirse en palomos y palomas para acechar mi paso (les adelanto que no me busquen a la salida de ninguna iglesia pues perderían lamentablemente su tiempo).

El caso, señores y señoritas, es que hoy ha nacido PoziQue, un nuevo blog de servicios para la Retretesfera esta que crece en mierda día a día; un blog en el que se realizará la crónica de cuantas memeladas o frases memelas, mentecatas o chorras caigan en manos de quien esto escribe y suscribe (se admiten colaboraciones).

Muchos de ustedes, personas adultas y maduras, recordarán al entrañable Pozí; aquel personaje, feo, contrahecho, desdentado, aparentemente falto de luces y maricón empedernido, quien, de la mano de Xavier Sardá -el payaso mayor del circo de Crónicas Marcianas, a quien Joaquin Sabina sabiamente prometiese una patada en las gónadas-, saltase a la efímera fama que proporciona la televisión basura (la antaño llamada caja tonta transmutada, en virtud de los nuevos teóricos de la comunicación, en prosaica y mal oliente caja de mierda).

Este hombre, que respondía al nombre de Manolito Reyes y al no menos espectacular sobrenombre de Pozí, obtuvo su máximo éxito de la enorme capacidad mostrada para sintetizar, a través de su natural riqueza lexicológica, la respuesta, a cualquier pregunta que se le hiciese, mediante un conciso, sonoro y definitivo "¡Pozí!".

A Manolito Reyes, el salir en la tele, le sentó ciertamente bien.
Antes de su triunfo televisivo, "cuando me veían paseando por los pueblos, me perseguían y hasta tiraban piedras". Tal fue,en cierta ocasión, la confesión y denuncia que surgió de sus labios contra la maldición con que la España profunda siempre ha castigado al contrahecho. "Ahora -milagros de la telebasura, añadiré- hasta me piden autógrafos y todo".

Pozí está contento. Fué socialmente integrado merced a un programa, como el de Crónicas Marcianas, que, en este país de mierda, hasta se muestra capaz de extirpar de la retorcida mente popular conductas tan complejas y enraizadas como la de expiar las miserias propias y colectivas en la desgracia del más miserable de la tribu.

Pues bien, señores y señoritas, a partir de ahora, nosotros haremos lo mismo: expiaremos nuestras miserias mediante el excarnio público de las memeladas ajenas. Lo haremos desde lo alto de una tarima, por aquello de que hablar desde las alturas es sabido que impresiona un huevo -y sino que se lo pregunten a los curas que llevan siglos acojonando al populacho a golpe de púlpito y de sermón sobre la condenación eterna.

Con todos ustedes PoziQue.
Espero que disfruten del nuevo retrete de la blogoesfera hispana.

2003/08/07

Por la puerta grande 



Primera Estrella Borjamari para el TuboHoy ha sido un día realmente excitante.
Quienes recalen ya como habituales de este retrete, podrán observar que a nuestros urinarios le ha sido concedida la Primera Estrella de la prestigiosa guía para navegantes Borjamari's.

Además, Borjamari, ha tenido la amabilidad de elaborar un magnífico texto de presentación del Tubo; superior tanto en su forma como en su contenido.
Este humilde Tubo y algunos de sus clientes de pago (los otros no opinan o, si lo hacen, sus opiniones son directamente evacuadas con un certero tirón de cadena), han considerado que ha sido tan acertada y sabia su valoración que, a partir de ahora y hasta que alguien nos valore con algún texto aún más original, certero y/o bizarro, este urinario abrirá todos los días al público con el letrerito de Borjamari, en el que se muestra aprecio hacia nuestro desmedido afán por el exceso, nuestro amor sin freno al escándalo, nuestro esfuerzo desorbitado por la distorsión, nuestra patológica carencia de inteligencia y, sobre todo, nuestro inconmensurable aporte a la cultura Kitsh que, aunque no sabemos lo que significa, nos imaginamos que debe ser algo así como la Kirsch (cultura basada en la ingesta tremebunda del mencionado licor, de sabor y texturas similares al Marashino) pero en lenguaje de Vallecas.

Pues, como les iba diciendo. Me encontraba ya en la gloria cuando, imagínense cual ha sido mi estado de ánimo, aún sin acabar de digerir la obtención del acreditado galardón, ha llamado a nuestra puerta un misterioso individuo quien, sin decir palabra, ha dejado sobre la tapa de mi retrete un sobre lacrado. En su interior ¡oh sorpresa! he encontrado ni más ni menos que uno de los bizarros y prestigiados cuestionarios, que los mismísimos Superiores Desconocidos tienen por costumbre remitir a quienes ellos consideran que hemos contribuido con nuestro esfuerzo personal o colectivo a la generación, propagación y mantenimiento del Caos.

Como no quiero pecar de plasta, no voy a repetir aquí las opiniones que he vertido en el extenso documento manuscrito, que a estas horas obra ya en poder de ese grupo de extraños Fraters+ embozados. Si quieren perder su inservible tiempo (si están leyendo esto seguro que no lo aprecian en demasía) en leerla ya saben donde pueden informarse de mis OPINIONES PERSONALES.

"Estooo, muy mal se tienen que dar las cosas para que de esta vez Usillos -que soy yo- no entre en la misma NASA por la puerta grande".


Algo parecido fue lo que, hace tan sólo un par de semanas, me dije frente al espejo de la toilette.

"Tubbooo, muy mal se tienen que dar las cosas para que de esta vez XXX -que soy yo, pero no pienso decir quien soy por ahora- no entre en la misma BLOGOESFERA por la puerta grande".


Tal y como había sido previsto este Tubo de campaña ha sido un éxito absoluto.
En tan sólo un par de semanas el Tubbo monopoliza más del 75% de las conversaciones blogotubosféricas (incluso algunas de las de las altas instancias), dando lugar a divertidísimas teorías conspirativas y conspiranoicas sobre división de jerarquías, grupos de poder, inconfesables intenciones del maligno, campañas publicitarias encubiertas, guerras de banderizos y cuantos etcétera se les puedan ocurrir (si son realmente brillantes sus etcéteras no dejen de enviármelos).

Queda por consiguiente demostrada la primera hipótesis de nuestro estudio defecativo; a saber que, cualquiera con un buen cubo de historias de mierda, que exponer para al husmeo general y la pública controversia, puede convertirse, con un poco de suerte y con los apoyos políticos adecuados, en Rey y señor de la Blogosfera.

Por cierto, debo decirles, sinceramente, que me han defraudado todos ustedes.
Hoy ha habido record de asistencia entre las entradas de este blog de mierda y las de su homógeno, defenestrado por el administrador de Blogalia (de no haber sido cerrado la hipótesis anteriormente mencionada hubiese quedado falsada en la mitad de tiempo), y, sin embargo, ninguno de los 189 usuarios registrados en este retrete en el día de hoy ha salido en defensa de los pobres mininos.




¿Pero que coño les pasa amigos?

¿Es que no les gustan los lindos gatitos?

¿Es que no tienen ustedes sentimientos?

¿Quizás los reservan para los domingos?


2003/08/06

A mí tampoco me gustan los gatos 



A mí tampoco me gustan los gatos


¿Pasa algo?

2003/08/05

¡No, no, no!... ¡Ohhmmss! ¿Repetimos? 



Noche estrellada.
Un rompeolas del Norte. En Bizkaia.
Invierno de 1983.
Ella al volante.
Él, con su tubo dispuesto.
Buscando, como siempre, el momento.

- Uhmm
- Anda, acércate.
- Uhmm, déjame, anda.
- Venga sólo un beso en el pecho, un lametón en los pezones.
- Bueno, pero sin mordiscos ¿vale?
- Hecho.
- Uhmmm, ahhh.
- Ohmmmgsss
- ¡Ey¡ ¡esos dientes!
- Anda, no seas corta y acércate. Ponte encima de mis piernas.
- No, ni loca... Oh, Ohmsss. Bueno vale pero guarda eso.
- Uhmmm ¡que sabrosos y dulces!
- ¡Ohhm, uhuyss, ahmmms! ¿pero qué haces? ¡Suelta!
- ¡Anda tonta, no seas así! ¡Ven aquí y no te hagas la estrecha!
- ¡No, no! ¡suelta! ¡No quiero!
- ¿Como que no quieres? ¿Es que me vas a dejar así? ¿No ves que estoy a punto de estallar?
- ¡Me haces daño! ¡Sueltame la cabeza!
- Venga, abre la boca.
- ¡No, no quiero! Ohmsss
- Uhmmm, ahhhss
- No me quites el pantalón, deja, suéltame las manos ¡que no quiero!
- ¿Pero serás zorra? ¿Como que no quieres? ¿Ahora me vienes con esas? ¡Te la vas a comer entera!
- ¡No, no, no! ¡que me haces daño bruto!... ¡ohmmmm, ohmmmsss!... gurppssss
- Así, así.... ven, levanta el culo... uhmspsss
- Noopss, nopsss, no.... Ohhhh, Ohhhh. ¡¡Ohhhhh!!
- Sigue... ¡muévete golfa! ¡así, sí, así, siguee, sigueeeee!
- Ohhhhhhmmmssss......
- ¡¡¡Ahhhhhh!!!
- ¡Ohh, oohmmsss!
- ¡Ahhhh!... upsssss, ¡ohhhhh!...

...
..
.

- No, no te cierres aún la blusa. Déjame que siga viendo esos pezones tiesos y duros.
- ¿Tanto te gustan?
- Ya sabes que sí
- Oye... ¿quieres repetirlo?

.
..
...

- Uhmm
- Anda, acércate.
- Uhmm, déjame, anda.
- Venga sólo un beso en el pecho, un lametón en los pezones.
- Bueno, pero sin mordiscos ¿vale?
- Hecho.
- Uhmmm, ahhh.
- Ohmmmgsss
- ¡Ey¡ ¡esos dientes!
- Anda, no seas corta y acércate. Ponte encima de mis piernas.
- No, ni loca... Oh, Ohmsss. Bueno vale pero guarda eso.
- Uhmmm ¡que sabrosos y dulces!
- ¡Ohhm, uhuyss, ahmmms! ¿pero qué haces? ¡Suelta!
- ¡Anda tonta, no seas así! ¡Ven aquí y no te hagas la estrecha!
- ¡No, no! ¡suelta! ¡No quiero!
- ¿Como que no quieres? ¿Es que me vas a dejar así? ¿No ves que estoy a punto de estallar?
- ¡Me haces daño! ¡Sueltame la cabeza!
- Venga, abre la boca.
- ¡No, no quiero! Ohmsss
- Uhmmm, ahhhss
- No me quites el pantalón, deja, suéltame las manos ¡que no quiero!
- ¿Pero serás zorra? ¿Como que no quieres? ¿Ahora me vienes con esas? ¡Te la vas a comer entera!
- ¡No, no, no! ¡que me haces daño bruto!... ¡ohmmmm, ohmmmsss!... gurppssss
- Así, así.... ven, levanta el culo... uhmspsss
- Noopss, nopsss, no.... Ohhhh, Ohhhh. ¡¡Ohhhhh!!
- Sigue... ¡muévete golfa! ¡así, sí, así, siguee, sigueeeee!
- Ohhhhhhmmmssss......
- ¡¡¡Ahhhhhh!!!
- ¡Ohh, oohmmsss!
- ¡Ahhhh!... upsssss, ¡ohhhhh!...

...
..
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Se llamaba Amparo y tenía unos pechos, un culo y una boca prodigiosos.
Cuando tenía catorce años fue violada por su cuñado, allá en París.
Ella buscándose la vida y el hijo de puta aquél acechando el momento de pillarla sola en la ducha.
Una tarde, allí mismo, donde ella lavaba su cuerpo, la forzó, ensuciando para siempre su alma.
Amparo, con sus catorce años convertidos de golpe en cuarenta, abandonó aquella casa, sin que su hermana nunca supiese el verdadero motivo.
Desde entonces, Amparo nunca dijo que sí cuando hacía el amor, y puedo juraros que me esforcé por conseguirlo.

Así fué.
Así lo viví .
Tal y como sucedió, aquella noche de invierno, en un rompeolas del Norte, en Bizkaia, os lo cuento.
Ahora que Amparo se fué y ya no puedo volver a oir aquel ¡No, no, no!, pronunciado mientras movía el culo y sus pezones tiesos rozaban mi pecho, ¡dios mío! ¡cuanto la hecho de menos!

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